El pueblo de la campiña irlandesa permanece envuelto en una densa niebla. El sol es una rara joya que reluce pocas vences al año Las piedras resbaladizas de las calles son una trampa para los carros y para los granjeros que caminan por las laberínticas calles del lugarEntre las sombras ANETA y su hija adolescente, corren pegadas a las paredes. Buscan comida ya que hace días que no se alimentan. Los habitantes no admiten el pedido de las pordioseras y ellas se esconden en los huecos de los portales murmurando ¡Basta de sufrir Dios mío!De repente una mano fuerte y velluda las toma por el cuello y las mete de golpe en una habitación en tinieblas. Sólo ven un camastro en donde reposa un joven de tez verdosa, ojos hundidos y manos transparentes. Todo su físico cadavérico denota una larga enfermedad que lo esta acercando a la muerte. Gime- ¡Basta de sufrir Dios mío!-El hombre rudo que las introdujo en el cuarto las obliga a sentarse en un jergón, mientras sobre una mesa moviliza una serie de frascos y bichos extraños. Algunos de los frascos tienen restos de un líquido rojizo. -¡Eso es sangre mamá!-dice la jovencita asustada.La madre se acerca a la mesa y observa que un frasco esta envuelto en un caño vegetal perforado-¿Qué es esto? ¿Que pasa aquí? pregunta aterradaEn ese momento el bruto hombrazo que las introdujo la sienta de un manotazo en una silla junto al camastro, le quita la ropa a jirones y sobre sus pechos y espalda desnuda le aplica una cantidad de sanguijuelas que hacen brotar surcos de sangre que rápidamente recoge con una espátula depositándolos en los frascos. Dicha sangre es introducida con la caña vegetal en la boca del joven exhausto que se mantiene en un sopor que lo descuelga del mundo que lo rodea murmurando-¡Basta de sufrir Dios mío!-Una vez terminada la alimentación del mancebo, la pobre mujer queda extenuada a su lado. Aún desde su estado deplorable se ofrece ella a dar toda su sangre si le permiten alimentarse para sobrevivir a su adolescente niña que llora en silencio con profunda tristeza y repite entre sollozos -¡Basta de sufrir Dios mío!-
Nelida Capurro
Nelida Capurro
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