MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA

MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA
Equipo de muralisas Luis Nichela, Silvana Nichela, Mauro Rosa y Mauricio Barreto

27 ene 2010

LA LEYENDA DE LA ENSALADA



Desde la huerta pequeña se veía una casa modesta de piedra y madera rodeada por montañas muy altas cubiertas por bosques de verdes diversos. Un perejil solitario mecía sus tallos delicados con el ritmo impuesto por una brisa suave. Se sentía muy molesto porque un apio altanero lo miraba desde sus hojas más altas con un gesto de soberbia, según su interpretación.
Sin embargo, el perejil no advertía que, en realidad, el apio no le prestaba atención ya que estaba celoso de un girasol que se creía radiante como el sol mismo. Mientras tanto, una gota de agua, producto del rocío matinal, se deslizaba sobre una de sus aromáticas hojas y lo invitaba a refrescarse.
—Antes tenía un amigo, un tomate redondo y rojo—se quejó el perejil.
—¿Y qué le ocurrió a tu amigo?—preguntó, intrigada, la gota de agua.
—Ayer se lo llevó el viejito de la casa. Espero que no se sienta solo.
El apio escuchaba la conversación y entonces le dijo al girasol: “Este enano se agrandó; ahora cree que el tomate, que viene de una planta mucho más alta que él,  es su amigo”.  La enorme flor amarilla, dirigiendo su mirada hacia donde el sol nacía, le contestó sin mirarlo: “No me molestes porque estoy dorándome. Además el tomate es mi amigo, porque tenemos la misma altura”.
Un ciprés escuchaba la discusión desde lo alto de la montaña. Su oído delicado era ayudado por el viento que le traía las voces desde la huerta.
—Pero fijate vos—le dijo el ciprés a una lenga que se bamboleaba alardeando por la flexibilidad de su tronco—esos tipos ahí en la huerta creen que uno es mejor que otro.
—Entonces nosotros, aquí en el bosque, tan desde lo alto y con la posibilidad de ver a todo el valle, ¡somos unos genios!—contestó la lenga.
—Mis queridos amigos—chilló  un águila mientras sobrevolaba al ciprés y a la lenga—ustedes viven gracias al viento que transporta las semillas y a mí que los vigilo desde las alturas. ¡No es cuestión de altura! No sean necios.
Los árboles no se animaron a preguntarle al águila que había querido decir pero, por las dudas, les enviaron un mensaje al perejil, al apio y al girasol: “No se peleen porque vamos a tener problemas con este pajarraco”
Luego de la advertencia los tres habitantes de la huerta se pusieron de acuerdo y llamaron al viejito.
—Te prometemos que no nos vamos a pelear más, pero por favor no nos separes del tomate—rogaron los tres al unísono.
Y el viejito los mezcló. Y después se fue volando a la montaña.

© roberto blocki dic.05