MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA

MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA
Equipo de muralisas Luis Nichela, Silvana Nichela, Mauro Rosa y Mauricio Barreto

19 jul 2007

SUEÑO DE SIRENA



Se llamaba Alba, porque nació en al amanecer de una noche de tormenta y vino anunciando la llegada de los pescadores, cuando ya todo el pueblo los daba por perdidos. Lo que tenía que haber sido una alegría, se tornó en desdicha, pues su problemático parto supuso el que la madre quedara inutilizada para tener más hijos. Para esa mujer que solo anhelaba darle hijos varones a su marido y que le ayudaran en las faenas de la pesca, fue como si el mundo se le cayera encima. Desde el nacimiento, la niña fue una carga. Nunca mostró amor por ella. Ni una caricia, ni una sonrisa. Solo órdenes, como si de una empleada se tratara. Conforme fue creciendo, y la salud de su madre deteriorándose, toda la carga de la casa, recayó en ella.Cuando la conocí tenía apenas catorce años, pero cuando la mirabas intuías unos ojos de mirada viva y despierta, profundizando en esa mirada, se diría que tras ella se ocultaba todo el cansancio del mundo. Delgada, tal vez demasiado, como si pasara hambre, aunque su familia, si bien era pobre, tenía para comer. El pelo recogido en dos trenzas, sujetas por unos cordeles. Nadie le conocía otro peinado. Vestida con unos pantalones que le quedaban grandes, sujetos por unas cuerdas que le hacían de tirantes y remangados por las rodillas, y una camisa de cuadros de color indefinido, debido a la cantidad de lavados que había sobrevivido. En la mano siempre una vieja muñeca de trapo, a la que le hablaba como si fuese una amiga. Alba era así, extraña, irreal, como si no fuese de este mundo. Siempre descalza, los zapatos, decía, le quitaban libertad.Vivía en un pequeño pueblo pesquero, de casas viejas y ennegrecidas por el salobre y la humedad. Una calle cruzaba el pueblo hasta el muelle que partía de la Iglesia, y donde se encontraba una tienda de ropa, una de comestibles, un viejo video-club, y un salón vecinal, sitio de reunión y esparcimiento. Desde el amanecer se la veía pasear entre los pescadores que preparaban las redes para echarse a la mar. Le gustaba ayudar a las mujeres a desenredar los nudos, o a coser los agujeros de las redes. No hablaba, solo actuaba. Su cara era la viva imagen de la tristeza, pero si no se le conocía una sonrisa, tampoco una lágrima. La gente del pueblo siempre la había visto así, desde pequeña. Apenas comenzó a andar, había sido como una sombra en el muelle, sentada mirando fijamente como trabajaban, en vez de jugar con los otros niños.Cuando los pescadores habían partido regresaba a su casa, donde hacía las faenas que su madre le encomendaba con toda rapidez para poder volver al puerto. Una vez allí se dirigía hacia el postigón, con una pequeña caña de pescar hecha a mano. Allí la veían como hipnotizada, quieta, mirando el agua; dando a veces la impresión que se iba a perder en ella. Casi nunca pescaba, y si lo hacía, volvía a echar los peces al mar.En el pueblo la consideraban como un ser extraño. No iba a la escuela, no se relacionaba con otros niños. Cuando el profesor se interesó por su ausencia del colegio, su madre alegó que la necesitaba en casa, pues ella no podía con las tareas a causa de una enfermedad. El padre, que pasaba la mayor parte del tiempo en la mar, decía que era cosa de mujeres. Y así, uno por otro, todos la dejaron como cosa perdida. Sólo el sacerdote no se dio por vencido y se dedicó a enseñarla a leer y escribir, eso sí, con mucha paciencia, ya que la niña deseaba terminar para irse corriendo en cuanto oía la campana que anunciaba la llegada de los pescadores.La muñeca, de la que no se separaba, la encontró tras un naufragio, cuando apenas tenía 3 años. Desde entonces, le hubiera dolido más que la separasen de ella, que si le hubiesen arrancado una mano. A ella le contaba sus penas, sus secretos…, y sus deseos. Una vez, alguien le preguntó qué deseaba ser de mayor, y ella, levantando sus grandes ojos, dijo con gran convicción: “Sirena”. Aquello quedó como la anécdota del pueblo, y cada vez que alguien lo contaba, se podía apreciar un dolor profundo en su mirada, y de haberla podido oír, se hubiera escuchado como le susurraba a su muñeca: “Ya lo verás, lo seré, y ya nadie se reirá de mí.”Un día el sacerdote, intrigado por ese deseo tan insistente en ella le preguntó por qué quería ser sirena, pensando que era solo un sueño de niña. Ella, mirándolo con esos ojos tristes y profundos le contestó:-“Padre, las sirenas son libres, viven en la mar, rodeadas de peces, corales, el mundo más bello que puede existir. Tienen una voz linda. Todo el mundo habla de ellas pero nadie las ve. A mi la mar me habla, yo entiendo lo que me dice. Cuando pesco un pez, es porque me cuenta cosas, por eso luego lo suelto. Yo sé que mi mundo no es este, sino aquel. No espero que usted me entienda ni que me crea, pero es así”.Sentado en la mesa de la sacristía el párroco se dio cuenta de que no había hablado con ninguna niña. Seguía en la misma posición, no pudo moverse, algo le hacía temblar, como el presagio de un cambio que iba a conmocionar aquella pequeña aldea. Se dirigió a la capilla a rezar, cuando al mirar la imagen de la Virgen le pareció ver que sonreía. La miró de nuevo. No era fruto de su imaginación. Temblando salió del lugar. La conmoción iba a ser mayor de lo que él mismo imaginaba.La víspera de Navidad, cuando faltaba poco para la vuelta de los pescadores, se desató una tormenta inesperada. Los relámpagos iluminaban la noche, dejando ver un mar que traía olas gigantescas cargadas de espuma. Les seguían truenos estremecedores, que hacían temblar los corazones de cada uno de los lugareños. La campana de la Iglesia no paraba de repicar. Las mujeres se dirigían para orar por sus maridos. Los ancianos y los hombres que quedaban en el pueblo, corrían hacia el puerto con candiles y linternas para intentar orientar a los barcos, con la esperanza de que aún estuvieran vivos.En la Iglesia, en una pequeña capilla apenas iluminada, se encontraba la muchacha, aferrada a su muñeca. Arrodillada, sus mejillas cubiertas de lágrimas, movía sus labios en lo que parecía una oración. A los pocos minutos, se levantó, abrazó fuertemente su muñeca, la besó varias veces, le repasó el pelo y el vestido, y con sumo cuidado la depositó al pie de la Virgen. Después salió lentamente, sin mirar atrás y se dirigió hacia el muelle.Sobre las tres de la madrugada, tras largas horas de angustia, vislumbraron unas luces tenues entre la tormenta. Se oyeron gritos: ¡Son ellos, son ellos! Todos saltaron al agua en barcas. Sin miedo, con coraje. Los barcos volvían atados unos a otros, escorados, sin velamen, pero lograron llegar. No hubo víctimas, parecía un milagro. Al verlos llegar, todo el pueblo se echó a la mar para ayudarlos, a pesar de la mar embravecida. Mientras, gritaban los nombres de sus maridos, hijos, padres, hermanos…. Cuando llegaron a tierra firme, el sabor de las lágrimas se confundía con el del agua del mar. Y empezaron las preguntas. Contaban haber visto una sirena que rodeada de una luz dorada, los fue guiando en la negrura de la noche. No era ilusión ni sueño. Todos coincidían en la historia. Para los que esperaban, fuera lo que fuera, lo cierto es que habían vuelto sanos y salvos. Seguro estaban chocados, y en esos casos, lo que dice uno, lo creen todos. Ahora era tiempo de celebrar la mejor Navidad que se había visto en aquel lugar.La plaza del pueblo se engalanó como nunca. Cantos, risas, bailes… De pronto un grito desgarrado. ¡Mi hija!, ¡La mar se ha llevado a mi hija! La madre de Alba, desgreñada, los ojos enrojecidos por el llanto, con la ropa de su hija apretada contra sí, balbuceaba más que hablaba. Después el silencio. Luego bullicio, preguntas. Alguien encontró la ropa de la muchacha en la orilla, junto a una barcaza. De ella, ni rastro. La búsqueda duró toda la noche, pero nada…Al amanecer, el sacerdote, descubrió la muñeca al pie de la Virgen. ¿Qué fuerte motivo le podría haber llevado a dejar aquel trocito de trapo, que era más importante que casi su propia vida? Buscó y en uno de los bolsillos del vestidito, encontró una nota escrita con letras grandes y casi ilegibles que decía: “Virgencita, hoy he vuelto a hablar con la mar. Me hará la sirena más hermosa que nunca ha existido. Yo he dudado como cada día por mi madre, porque ¿quién atenderá la casa si me voy? Pero al acercarme al muelle y ver la tormenta, me he dado cuenta que mi padre podía no volver, y con él los demás pescadores. Me ha prometido que hará que vuelvan todos los marineros con vida. Le he dicho que sí. Pero a mi muñeca, mi única compañera, no la puede hacer sirena, y no la puedo llevar conmigo. Tú sabes que solo la tengo a ella. Te pido que por favor me la cuides.”Aquello fue de boca en boca por todo el pueblo. El sacrificio de aquella niña por salvar a su gente. Su madre, por primera vez después de muchos años, consiguió llorar, pero ahora ya era tarde. Toda su ternura, su amor, encerrados bajo llave, ya no tenía a quien darlos. Solo le quedaba una cosa por hacer. Colocó la muñeca al final del muelle, en una caseta de madera, que construyó junto a su marido. Pasaba las noches, acechando por si podía ver a su hija perdida. Nunca la vio.Cuenta la leyenda, que en las noches de luna llena, al rayar el alba, a veces se puede ver una sirena de hermosa cola dorada, jugando con la muñeca de trapo de la caseta de madera. Solo algunos privilegiados son capaces de verla, aquellos de corazón puro y mirada limpia.
MACAMEN

17 jul 2007

LAUTARO

El señor Ángel no estaba bien de salud, pero con reposo y sin sobresaltos podía sobrellevar su enfermedad bastante bien.El señor Ángel tenía, entre otras cosas, un perro.Una mañana el señor Ángel notó que su perro estaba raro, como distante, muy quieto.El señor Ángel le comenta esto a su hija Leticia, quien se ocupó de confirmar la sospecha del señor Ángel e inmediatamente procedió a llamar al veterinario.El profesional concurrió esa misma tarde y Leticia le informó que el perro del señor Ángel no se movía de su cucha desde la mañana.El veterinario revisó al perro del señor Ángel y concluyó lo que ya sospechaba desde el primer momento.Señorita, dice el veterinario, este perro está muerto.Leticia empezó a hacer gestos parecidos a un aleteo que significaban que le pedía al veterinario que hable en voz baja. A su vez miraba hacia los costados tratando de confirmar que su padre no estuviera escuchando.Por favor señor no le diga eso a mi papá, por favor. Le pidió angustiada al veterinario.Pero lamentablemente es eso lo que ocurre, dice el veterinario, no puedo decir otra cosa.Es que si le dice eso mi pobrecito papá no lo va a resistir, dice Leticia, y es posible que él también muera del disgusto.Es que su padre me lo va a preguntar, ¿Qué quiere que le diga?No le diga nada, o dígale cualquier cosa que se yo, usted es el profesional.En ese momento llega el señor Ángel para averiguar la sobre la salud de su perro.¿Y doc? ¿Que le está pasando a Lautaro? pregunta el señor ÁngelBueno, es bastante complejo para mi explicárselo, pero del examen de este perrito…Quizás lo mejor sería que lo lleve a su clínica a internarlo para evaluarlo mejor, doctor, ¿no le parece?, interrumpe bruscamente Leticia.El señor Ángel la mira sorprendido y vuelve su vista hacia el veterinario para esperar una respuesta.Cuando su padre le saca la mirada, Leticia junta las manos en un gesto de súplica hacia el veterinario.¿Usted que piensa, doc? pregunta el señor ÁngelEl veterinario titubeante mira a Leticia que no dejaba de hacerle gestos y dice que si, que es una buena idea y que se va a llevar a Lautaro a su clínica para internarlo y evaluarlo mejor.Lautaro era un perro grande, cruza de viejo pastor inglés, y el rigor mortis que ya se había instalado hacía muy difícil manipularlo sin que se dieran cuenta de su estado.El veterinario, entonces le pide al señor Ángel una manta para cubrirlo y que no tenga frío, y cuando el señor Ángel va en busca de la manta aprovecha para subir al cadáver tieso a su camioneta y acomodarlo lo mas disimuladamente posible.Cuando vuelve el señor Ángel con la manta lo cubren hasta la cabeza, el señor Ángel le habla al cadáver de Lautaro diciéndole que se va a poner bien enseguida, que no se preocupe que él lo espera. Después se da vuelta y lo agarra al veterinario del brazo firmemente.Doc, dice el señor Ángel, haga todo lo necesario para mejorar a Lautaro. Si algo le llegara a pasar le juro que soy capaz de cualquier cosa. Al señor Ángel se le pusieron los ojos colorados, capaz de cualquier cosa repite.Después saluda a Lautaro y se va rápido para adentro de la casa.Leticia se queda hasta que el veterinario se sube a la camioneta. Se acerca a la ventanilla y le dice muchas gracias por todo, doctor, yo después me acerco a su clínica a arreglar con usted.El veterinario arranca y se va pensando si en todas las profesiones suceden las cosas que le suceden a él. Un poco siente que es cómplice de una locura. Andar cargando un perro muerto para hacerle creer a un señor que no murió solamente para postergarle el sufrimiento. Porque ¿Cuánto tiempo mas puede seguir esta mentira? quizás mañana mismo deba llamar para avisar con la voz mas apesadumbrada que le pueda salir que lamentablemente hicimos todo lo posible pero el corazón de Lautaro no resistió y hoy nuestro amiguito ya no esta con nosotros, que lo siente mucho.Y el hombre llorará mañana lo que no lloró hoy, y se sentirá mal como se debería haber sentido hoy. Y después se repondrá seguramente, un día después de lo que se hubiera repuesto tal vez.En esto piensa mientras llega a la clínica y se dispone a bajar el cadáver para tenerlo en custodia hasta el momento del parte de defunción. Y después habría que pensar que hacer con el cuerpo, quizás quisieran mandarlo a cremar, o tal vez lo quieran enterrar ellos. O, en el peor de los casos tendría que enterrarlo él mismo. No sería la primera vez. Después se da cuenta de que tiene otras cosas para hacer ese día, así que acomoda el cuerpo de Lautaro en el patio, bien cubierto por la manta y sigue con su trabajo hasta terminar el día.Al llegar a la mañana siguiente a la clínica lo sorprende ver a Leticia esperando en la puerta. Bueno, que cumplidora piensa, me dijo que hoy vendría pero no pensé que tan temprano. Leticia, apenas lo ve bajar de su camioneta se le abalanza encima. ¡Doctor por favor, doctor! tiene que llevar a Lautaro de vuelta a casa por favor, le dice.Pero Lautaro está muerto querida, explica el veterinario, ¿Cómo voy a llevar un perro muerto a tu casa? solo si quieren enterrarlo.¡Por favor doctor, no repita eso! se impacienta Leticia. Desde que Lautaro vino a internarse papá cambió muchísimo. No habla, no contesta cuando le pregunto, no quiso probar bocado, ni siquiera me aceptó la leche con vainillas que le gusta tanto y hoy ya no se levantó de la cama. No lo veía así desde que mamá murió, hace ya varios años. Esa vez llegó a estar tan mal que tuvimos que internarlo con suero y todo y yo creía que se iba él también. Fue un tratamiento muy largo y después de mucho tiempo papá pudo aceptar la muerte de mamá. Ese día empezó a ir todos los martes al cementerio a llevarle flores pero un día no pudo mas y tuvo otra descompensación. El médico que lo atendió se portó muy bien, y él me dijo que las secuelas que le quedaron a papá son muy importantes. Su corazón quedó muy débil y no soportaría otro disgusto. Desde ese momento voy yo al cementerio todos los martes y llevo dos claveles, como él me dijo, uno blanco y uno rojo. Nunca supe por qué, pero así lo hacía él y yo lo respeto porque el pobrecito está muy débilLeticia baja la vista y empieza a sollozar. Por eso le pido, doctor, que lleve a Lautaro de vuelta, si algo le tiene que pasar será mejor que sea en casa.El veterinario la abraza para consolarla del llanto mientras se contiene en decirle que ya nada mas le va a pasar a Lautaro. Finalmente accede al pedido y le dice a Leticia que en un rato mas lo lleva, que tenga preparada la cucha.A Leticia se le ilumina la cara y entre agradecimientos parte rápido para su casa a esperar el retorno.A la hora mas o menos el veterinario llega a la casa del señor Ángel. Leticia lo esperaba en el jardín. Desde la camioneta bajan el cadáver de Lautaro envuelto en la manta y lo llevan hasta la cucha para acomodarlo. Descubre que desde una ventana de la casa un hombre sigue atentamente todos los movimientos.Doctor, papá está en su habitación y quiere saludarlo ¿no quisiera pasar un momentito? dice Leticia, yo le preparo un café.El veterinario iba a excusarse pero vio como desde la ventana el señor Ángel hacía efusivos gestos de saludo. Le pareció que tenía que corresponderle y accedió a pasar un momentito nomás porque tiene que seguir trabajando.Pase, pase doc, dice el señor Ángel ¿y como anda mi Lautaro?El veterinario trata de forzar una sonrisa y dice, bueno en realidad tengo que decirle que...Nosotros estamos muy agradecidos por lo que usted está haciendo doctor, interrumpe Leticia entrando con una bandejita con una taza de café.Usted no sabe doc lo que significa Lautaro para mí, comenta el señor Ángel. Ese perrito fue el amor de mi finada Teresa. Apenas lo trajimos de chiquito se encariñó enseguida, lo crió con mamadera me acuerdo. La Tere tenía una pasión especial por los animales y ellos le correspondían. Cuando la Tere enfermó, Lautaro no se movió de al lado de la cama en todo el tiempo. Recién cuando ella se fue pudo salir al jardín. Hoy ya tiene mas de diez años y vivó muchas cosas pero yo estoy seguro que todavía está esperando que ella vuelva en cualquier momento. Lo veo en la forma que se queda mirando fijo muchas veces.El señor Ángel quedo callado mirando por la ventana hacia la cucha que estaba en el jardín. Al veterinario le pareció que no era momento de hacer otro comentario. Esperó un prudente momento, luego se disculpó, agradeció el café y se fue.Después de todo piensa el veterinario, no había hecho nada malo. Solamente deja que la gente elabore el duelo como pueda. Cuando se de cuenta de la realidad todo ocurrirá normalmente y en definitiva él no es nadie para forzar a la gente a ver lo que no quiere.Durante tres días no tuvo noticias de Lautaro.Al cuarto día sonó el teléfono. Leticia le pedía por favor si podía pasar por su casa ya que ella no podía salir porque estaba cuidando a su padre. Seguramente sería para hablar de sus honorarios y hacer el comentario final sobre lo que le ocurrió a Lautaro.Cuando el veterinario llega con su camioneta percibe que un olor nauseabundo flota en el ambiente.Leticia lo hace pasar y en el jardín de la casa el olor era verdaderamente insoportable. El veterinario está por preguntar por el origen de ese olor cuando ve que en la cucha esta tendido el cadáver del perro cubierto de moscas que le revolotean a su alrededor.¿Que está pasando acá? pregunta el veterinarioPor favor doctor, pasemos adentro que acá es difícil respirar, sugiere Leticia tapándose la nariz con la manga de su saquito.Una vez adentro el señor Ángel lo estaba esperando, Doc antes que nada discúlpeme por el olor que hay, pero ya llamamos a la municipalidad un montón de veces para que vea que pasa en las cloacas porque hace unos días que el ambiente está irrespirable. Pero no lo llamamos para hablar de cloacas y problemas municipales, sino por mi Lautaro. Hace días que lo veo muy flaco doc, y por cierto bastante desganado. Yo le hablo desde la ventana y se hace el que no me escucha. Leticia me comentó que usted podría llevárselo para pasarle suero e inyectarle algunas vitaminas y ponerlo mas rozagante y a mi me pareció bien. Pero eso si, doc, le pido encarecidamente que me lo traiga rápido, porque lo extraño horrores. Aunque no me ladre ni me haga fiestas como antes yo solamente con verlo ahí estoy mas tranquilo. Es como tener una partecita de mi Teresa.El veterinario miró como espantado a Leticia que solamente lo miraba con carita de ruego. Sin decir palabra salió apurado de la casa y Leticia atrás de él.Doctor, doctor, por favor, se lo pido, haga este último favor, por mi papá, doctor, por mi mamá, se lo pido, por lo último que me queda en la vida doctor, por lo único que me queda. Se queda callada, se sienta, se cubre la cara con las manos y se pone a llorar. Era la segunda vez que pasaba, pero el veterinario no podía resistirlo. Esa imagen de desprotección le impedía hacerse el distraído.Pero ¿que querés que haga? le pregunta entre enojado e impotente. Ese perro está muerto, se está pudriendo, ¿que pretendés que haga yo?No sé, haga algo para que no se pudra, dice Leticia entre gemidos.¿Y que voy a hacer? ¿Una momia?¿Se puede? pregunta inocentemente Leticia.El veterinario casi le pega un sopapo, estaba por insultarla, por gritarle que era una psicópata, que necesitaba hacerse ver, cuando de repente le vino a la mente la imagen de Pomilio, su amigo de la infancia.Cuando estaban en la primaria se le había muerto un pececito que tenía, y Pomilio, que había visto un documental en la tele, le propuso embalsamarlo. El pez quedo gordito, relleno de pajita, pero no soportó mucho tiempo la vuelta a la pecera. Se desintegró.El segundo intento fue con el hámster de un compañero, que si bien tardó mas tiempo que el pececito en pudrirse, no quedó muy parecido a lo que era.Después compraron el curso de taxidermia por correspondencia que se anunciaba en una revista, y ahí si, llegaron a hacer varios e importantes trabajos. Una tararira, tres o cuatro sapos, una tortuga, un cardenal, una gaviota fueron adornando la habitación de uno y otro. Una vez llegaron a intentar con un gato que les quedo un poco deforme, pero nunca habían embalsamado un perro.Después fueron creciendo, y como él tenía menos habilidad para estas tareas que Pomilio, decidió estudiar veterinaria, y Pomilio a la vez de ser taxidermista estudió ingeniería.Hacía mucho tiempo que no se veían, tal vez años, pero podría hacer el intento.Decidió entonces jugársela y llevarse el perro a medio pudrir a su clínica y contactar a su viejo amigo.Leticia saltaba de alegría y no paraba de agradecerle.Tuvo que viajar con todos los vidrios abiertos ya que la camioneta se había impregnado de olor a podrido.Cuando habló con Pomilio, este aceptó enseguida el desafío. Además lo vivía como una revancha, ya que hace muchos años Pomilio le había propuesto al veterinario ofrecer el servicio de taxidermia en su clínica para los clientes, y al vete esto le pareció una barbaridad y lo sacó carpiendo. Hoy venía con el caballo cansado.Hicieron el trabajo esa misma tarde en la veterinaria, y realmente con muy buen resultado. Ahora Lautaro lucía gordito y brilloso y después de muchas pruebas habían logrado darle una expresión de atento descanso. Había algo de escultórico en la obra ya que podía apreciarse de distintos ángulos, recorrerla visualmente en el espacio y percibir distintos detalles de cada vista. Hasta con un poco de buena voluntad uno podría imaginarle diversos estados de ánimo dependiendo desde donde lo mirara. Esto sería una ventaja para Leticia que tenía la posibilidad de hacerlo variar durante el día solamente con ponerlo en ángulos diferentes.Cuando al otro día el veterinario llega con Lautaro a casa todo era júbilo.Leticia abraza y acaricia al embalsamado perro como si realmente pudiera notarlo. Le habla con voz aguda diciéndole cosas cariñosas. Entre los dos lo acomodan en la puerta de la cucha con un leve giro de cabeza apuntando hacia la ventana de la habitación.Al señor Ángel también se lo veía muy feliz. Miraba hacia el jardín por su ventana y mientras le agradecía al veterinario su trabajo le decía que ese volvía a ser su perro. Que tenía manos mágicas y que esas vitaminas lo habían repuesto enseguida.El veterinario comienza a sentirse un poco avergonzado y cómplice del engaño y se despide.Esta sería su última acción en este tema. De aquí en mas, Leticia vería como se las arregla para explicarle todo a su padre en un futuro no muy lejano. Pero ese ya no es un problema suyo.Se dedicó a su trabajo y la rutina lo absorbió de tal manera que por dos meses o mas no tuvo tiempo de pensar en el tema. Tampoco tuvo noticias de la familia.Un día lo llama su amigo Pomilio y le pregunta que había pasado con su obra, porque había quedado tan bien que era una lástima no haberse quedado con un recuerdo y tenía ganas de sacarle algunas fotos.Al veterinario le entra la curiosidad de como había terminado esta historia y decide investigar. Esa tarde pasa por la casa como de casualidad.Leticia lo atiende muy amable y lo hace pasar enseguida. Cuando cruza por el jardín ve con asombro que Lautaro sigue, frente a su cucha, embalsamado.¿Pero como? ¿Todavía esta ahí? ¿Y tu papá no sabe que...? pregunta azorado.Leticia contesta con una sonrisa y carita de inocencia.¡Hola doc!, grita el señor Ángel apenas lo ve, usted si que se pasa la gran vida ¿eh? le dice mientras lo palmea en la espalda ¿Como le fue en el viaje, todo bien?El veterinario no sabe que contestarYo todos los días le digo a la Leti que lo llame para que venga y ella me contó lo de su viaje a Europa y los premios que ganó, y en realidad pienso que usted se lo tiene merecido. Después de lo que hizo con mi Lautaro yo siempre digo que tiene un don especial, que nació para esto.El veterinario mira a Leticia con ganas de matarla pero ella sigue con su sonrisa parada al lado de la puerta.Doc, continúa el señor Ángel, yo quería que usted viniera a ver a Lautaro porque me parece que no anda bien de las piernas. Lo veo todo el día echado y no tiene ganas de pararse. Y yo se que usted le puede curar eso, si es casi un manosanta, ¿no Leti? Vaya, échele una mirada.Una vez en el jardín el veterinario iba refunfuñándole a Leticia, vos estás loca, como vas a seguir con esta farsa, hasta cuando, y encima me metés a mi en el medio, no lo puedo creer.Pero esta vez yo no lo llamé doctor, vino usted solito.Mas enojado se sintió porque tenía razón.Después te llamo o paso, le dijo y se subió a la camioneta.Fue directamente a verlo a Pomilio para contarle el problema.¡Buenísimo! dijo el otro con su mentalidad de ingeniero. Podemos hacerlo articulado y le colocamos unas bisagras autobloqueantes para las distintas posiciones.Vos estás mas loco que ellos, le dijo en un principio pero al ver el entusiasmo con el que insistía en hacerlo se convenció.Fueron juntos a buscar el cadáver y lo llevaron a la veterinaria. Con taladros, chapas y remaches reinventaron las articulaciones de Lautaro. Todo había sido un diseño de Pomilio que estaba orgulloso de su trabajo y no paraba de sacarle fotos al perro en distintas posiciones, desde las mas plácidas hasta algunas verdaderamente obscenas. Incluso se hizo sacar una de él abrazado al embalsamado.Nuevamente fueron juntos a dejar el trabajo terminado y el veterinario presentó a Pomilio como colega. Después de todo en esto lo era.Leticia y el padre se deshacían en agradecimientos, hubo café, licores y masas. Pomilio conversaba animadamente y contaba anécdotas de la profesión como si verdaderamente fuese veterinario.Cuando se estaban despidiendo el señor Ángel les da un apretón de manos y con lágrimas en los ojos les dice, que ustedes entiendan lo importante que es para mi Lautaro hace que todavía tenga una esperanza en este mundo.Nadie pudo pronunciar una palabra mas y se despidieron.Cada uno volvió a su tarea y por un par de días nadie pensó en Lautaro.Al tercer día, al llegar el veterinario a la tarde a su clínica encuentra a Leticia esperándolo. Tenía una expresión serena y vestía de negro.No me digas que tu papá... empezó a decir el veterinario y se cortó.Leticia asintió con la cabeza.Ayer fui como todas las mañanas a llevarle su leche con vainillas y vi que no se despertaba, cuando intenté darlo vuelta me di cuenta que se había ido. Tenía en la mano la foto de mamá y una expresión que podría decirse sonriente.Cuanto lo siento, dice el veterinario, pero sabíamos que tarde o temprano esto ocurriría.Yo mas que nada venía a agradecerle todo lo que usted había hecho por nosotros.El veterinario hacía gestos de negación con la cabezaY además quería contarle, continúa Leticia, que ese día cuando fui a ver a Lautaro para explicarle lo que había pasado, estaba como todas las mañanas adentro de su cucha, como yo lo dejaba por las noches.Pero esta vez había algo distinto.Tenía entre sus patitas dos flores, un clavel blanco y uno rojo.Había amanecido martes.MAURICIO BARRETO

11 jul 2007

Sensacion Termica materno-escolar


Un frio o mil frios, da lo mismo. Todos los inviernos se apilaron en las cañerias. No me animé a revisar si los cahorros estaban vivos. Hoy, senti el frio vivido la puta madre. Hoy senti el frio muerto en una garita de colectivo o en la vereda. Hoy, nos fundimos en un abrazo con mi hija, no queria ir a la escuela porque hacia frio. Seguimos abrazadas, mientras acariciaba su pelo le contaba que afuera habia hielo y nos quedamos sin leña. Aun sin entender insistia en quedarse porque sentia sueño. La chicharra del despertador del maldito celular de mi hija mayor sonaba. Comienzan a pelearse entre ellas. Sigo acariciando el pelo y le explico que en la escuela la esperan la seño y los compañeritos para jugar. La mayor continua camorreando y diciendole que va a repetir de grado jajaja- - callate que vos ya repetiste- pero yo soy grande y mama es mia...
callate hija de puta- le estas diciendo puta a mamá- basta a las dos , mientras acaricio el pelo y sigo tratando de convencerla. No hay resultados. Aja venga el celular le contaremos a papa que no queres ir a la escuela- Bendito celular anduvo , tenia crédito, el padre llamó , la convenció de ir a la escuela y cortó.
-Mamá tengo frio,
- Mamá afuera está helado
-Ponete estas cancanes y el pantalon y las otras medias arriba
-Apurate nenita que voy a llegar tarde
-Mama me dijo que no impotraba que llegue tarde a la escuela
-Pero yo tengo clases, mama hace frio la moto la manejas vos!
-Mas vale hay hielo en la ruta.
-Mama no hay agua!
-Esta congelada, ahi tenes agua en esa botella,-respondia mientra abotonaba el guardapolvo de la mas chica
-mama peiname.
-mama necesito plata para las fotocopias
-yo estoy hablando con mamá
-mama es mia antes que vos
-que tarada que sos es mi mama tambien
-cortenla
-yo naci primero
-cepillate los dientes que necesito la botella para mojarme el pelo para ver a mi seño.
-igual sos fea leruleru
Enfundadas montaron la moto. (Llegaron a tiempo para aprender, que llegar tarde a la escuela puede ser divertido ) OM OM OM

MAMA LAURA
(Laura García)

¿Quienes somos?


Un grupo de escritores del Alto Valle de Río Negro y Neuquen y algunos invitados que nos dan el placer de visitarnos