El gato estaba en vidriera. No crean que era una veterinaria. Era la más grande de las librerías de la ciudad
Funcionaba a full todo el día. Tenía libros de todas las materias escolares, de todos los grados. Además estaban los secundarios vendiéndose a todo vapor y para los más grandes, las especialidades de la universidad hacían base en el negocio.
Cuando los niños pegaban sus naricitas al vidrio, el gato inmóvil como siempre solo abría unos ojos amarillos, los cerraba y seguía descansando.
Creció durante años y su largo pelo dorado a rayas tipo angora siempre estaba pegado como pincel gigantesco al vidrio del frente Sólo algunas veces y por necesidades obligadas dejaba ese centro donde era admirado y salía a la calle junto al librero para resolver sus miserias.
En esos momentos aprovechábamos para leer el lecho en el cual depositaba el gato sus kilos y llamativamente eran todos cuentos de animales salvajes, especialmente felinos de grandes ojos rasgados.
Tanto nos intrigó esa costumbre de vivir en la vidriera, que una tarde nos arrimamos al dueño y le preguntamos el motivo tan especial de ese personaje
La respuesta fue extraña.
- Este felino es recuerdo de un viaje por la selva misionera. Cuando con un grupo de cazadores estábamos en marcha esperando ver algún animal salvaje, encontramos este pequeño que tendría solo dos días, tirado debajo de un árbol coposo que tapaba una madriguera. La cueva estaba vacía pero el lugareño que nos acompañó nos dijo: “Esto pertenece a un gato montés, que ha tenido crías, pero este salió raro, anormal y por lo tanto lo ha tirado fuera de la casa y no lo reconocerá.” Como una cualidad de nuestras vidas era ayudar y acostumbrábamos a acercarnos a lo diferente, decidimos traer ese pequeño retoño a nuestro hogar. Desde que entramos esa tarde al negocio, hace años de esto, él eligió la vidriera y por supuesto el lugar en el cual se exponían cuentos y fábulas de animales selváticos negándose de por vida a abandonar ese rincón.
Cuando el dueño murió el negocio cambió de patrones y él desapareció de la vidriera. Entonces fuimos investigando entre los amigos si alguien lo había llevado a su hogar. Durante quince días recorrimos la ciudad mientras el negocio estaba totalmente cerrado.
La mayoría de los habitantes de la localidad conocían al inquilino de la vidriera pero no pudieron responder nuestras preguntas. Clientes, amigos, familiares, nadie estaba al tanto lo que pasó con el gato
Finalmente una tarde, comentando con el portero la desaparición del gato, decidimos pedir las llaves del edificio y entramos angustiosos.
Un feo olor nos inundó de pronto
Al llegar a la vidriera encontramos un grupo de ratas gigantescas que habían comido al gato. Lo que mas nos llamó la atención fue que la piel había desaparecido, no estaba entre sus restos.
Dicen algunos conocidos que, en el nicho donde reposa el cuerpo del señor de la librería, hay una piel enroscada.
Funcionaba a full todo el día. Tenía libros de todas las materias escolares, de todos los grados. Además estaban los secundarios vendiéndose a todo vapor y para los más grandes, las especialidades de la universidad hacían base en el negocio.
Cuando los niños pegaban sus naricitas al vidrio, el gato inmóvil como siempre solo abría unos ojos amarillos, los cerraba y seguía descansando.
Creció durante años y su largo pelo dorado a rayas tipo angora siempre estaba pegado como pincel gigantesco al vidrio del frente Sólo algunas veces y por necesidades obligadas dejaba ese centro donde era admirado y salía a la calle junto al librero para resolver sus miserias.
En esos momentos aprovechábamos para leer el lecho en el cual depositaba el gato sus kilos y llamativamente eran todos cuentos de animales salvajes, especialmente felinos de grandes ojos rasgados.
Tanto nos intrigó esa costumbre de vivir en la vidriera, que una tarde nos arrimamos al dueño y le preguntamos el motivo tan especial de ese personaje
La respuesta fue extraña.
- Este felino es recuerdo de un viaje por la selva misionera. Cuando con un grupo de cazadores estábamos en marcha esperando ver algún animal salvaje, encontramos este pequeño que tendría solo dos días, tirado debajo de un árbol coposo que tapaba una madriguera. La cueva estaba vacía pero el lugareño que nos acompañó nos dijo: “Esto pertenece a un gato montés, que ha tenido crías, pero este salió raro, anormal y por lo tanto lo ha tirado fuera de la casa y no lo reconocerá.” Como una cualidad de nuestras vidas era ayudar y acostumbrábamos a acercarnos a lo diferente, decidimos traer ese pequeño retoño a nuestro hogar. Desde que entramos esa tarde al negocio, hace años de esto, él eligió la vidriera y por supuesto el lugar en el cual se exponían cuentos y fábulas de animales selváticos negándose de por vida a abandonar ese rincón.
Cuando el dueño murió el negocio cambió de patrones y él desapareció de la vidriera. Entonces fuimos investigando entre los amigos si alguien lo había llevado a su hogar. Durante quince días recorrimos la ciudad mientras el negocio estaba totalmente cerrado.
La mayoría de los habitantes de la localidad conocían al inquilino de la vidriera pero no pudieron responder nuestras preguntas. Clientes, amigos, familiares, nadie estaba al tanto lo que pasó con el gato
Finalmente una tarde, comentando con el portero la desaparición del gato, decidimos pedir las llaves del edificio y entramos angustiosos.
Un feo olor nos inundó de pronto
Al llegar a la vidriera encontramos un grupo de ratas gigantescas que habían comido al gato. Lo que mas nos llamó la atención fue que la piel había desaparecido, no estaba entre sus restos.
Dicen algunos conocidos que, en el nicho donde reposa el cuerpo del señor de la librería, hay una piel enroscada.
Nelly Capurro
No hay comentarios:
Publicar un comentario