MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA

MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA
Equipo de muralisas Luis Nichela, Silvana Nichela, Mauro Rosa y Mauricio Barreto

18 oct 2012


Desde Villa Tortafrita

Querido amigo, la foto que gentilmente me enviaste me hizo acordar cuando venía Sylvia a tomar mate a nuestra casa de Nueva York. Seguramente vos no te acordás porque eras muy chico, le gustaba sentarse en el patio del fondo con el banquito de madera. Hablábamos de arte, y me comentaba que recorría esos barrios marginales en busca de talentos porque su papá tenía un museo para descargar impuestos y la había puesto a ella al frente. Entre mate y mate me explicaba cómo era el negocio, había centenares de jóvenes artistas en el Village, en Queens, en Brooklin, que pasaban hambre, muy transgresores y rebeldes, muy libres en sus obras. Entonces ella les pasaba unos mangos para pagar el alquiler, les armaba una exposición en la galería de algún amigo de confianza y luego mandaba expertos del museo para que compraran varios cuadros, lo publicitaba muy bien en revistas especializadas donde los jóvenes transgresores salían con declaraciones como “el arte ha muerto” y esas cosas que a mí me extrañaban mucho. Luego los que habían matado el arte empezaban a cobrar sumas escandalosas por obras…de arte.
Sylvia y su museo pasaban a ser los poseedores de cuadros millonarios, millones que se descontaban de los impuestos de papá, y las galerías de los amigos vendían y cobraban las comisiones adecuadas.
Claro que hablamos de aquellas épocas en que vos eras muy chico, la gente de plata de Norteamérica iba a Europa, hacía breves cursitos sobre arte, se relacionaba con algún marchand y el arte seguía llegando de Europa. Entonces Sylvia y su grupo de mecenas tuvieron la virtud de crear un arte norteamericano desde la nada. Ni un cursito breve, nada.
Pero con identidad norteamericana.
Como yo no tenía esa identidad seguía sin entender, pero por suerte vos jugando con tu balero de madera que pintó Quinquela Martín rompiste el brazo de la estatua de la libertad, el que le hicieron de nuevo con plástico, y tuvimos que escaparnos a México.
            Desde que me vine de nuevo a Villa Tortafrita escribí algunas notas sobre arte en una revista que empezó a andar muy bien, creció y la compró un lobby empresario. Me pagaban exorbitancias por mis notas, te cuento que me parecía demasiada plata, hasta que escribí sobre el arte que ha muerto inspirado en mi experiencia en Nueva York.
¿No tendrás un trabajito para mí en México?
            Tu amigo, el del balero.