MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA

MURAL EN CENTENARIO-NEUQUEN ARGENTINA
Equipo de muralisas Luis Nichela, Silvana Nichela, Mauro Rosa y Mauricio Barreto

4 jun 2008

EL CINCUENTA Y SIETE


Ojalá mis amigos de la infancia no hubieran huido de mí como pájaros desconcertados.Ojalá no estuviera acá con un número en la mano, los ojos fijos en las baldosas ajadas del piso del hospital, con este dolor brutal como de patada de burro que tengo en el pecho y que me vino de golpe y que casi no me deja dormir y ojalá que no sea nada y esa mujer demente, en pijamas, con color y olor a ángel suicidado que por tercera vez me pide fuego o cigarrillos o algo, ojalá no estuviera.Ojalá estuviera mi hijo mayor acá. Ojalá no hubiera mandado todo a la mierda un día y ojalá nunca hubiera empezado a fumar.Ojalá pueda enamorarme otra vez, un día y utilizar mi corazón no para escudriñarlo con aparatos y cables manejados por médicos indiferentes sino que funcionara en la dirección correcta: sístole, diástole, dale, dale.Ojalá no me persiguiera el miedo a quedar seco en una vereda cualquiera, como si yo fuera también cualquiera, como si el dolor de patada de caballo que tengo en el pecho no existiera.Justo a mí que hace años que no me acerco a un caballo o a un burro de verdad, excepto –supongo- cuando compro esos fiambres baratos que compramos como almuerzo, demasiado seguido estimo, con estos amigos nuevos para comer algo rápido, para ir rápido a intentar conseguir un trabajo, es decir encontrar lo que no hay, la puta aguja en el pajar, siempre con buen humor, claro, con actitud, evitando amargarse para que no te agarren, justamente, estos dolores de pecho como patada de caballo, o de burro, que te saben agarrar.Entonces digo que no está bien que yo haya huido de mis amigos de infancia como un pájaro desconcertado o que mi hijo mayor ahora no esté conmigo o que haya sido mojado por el agua de la mala suerte y no pueda enamorarme por más que.Y eso sí, que si el médico no resulta tan indiferente y se me va el dolor de pecho y no quedo seco y puedo volver a enamorarme y no veo más al ángel suicidado que me pide cigarrillos por cuarta vez; prometo releer esto cuidadosamente para recordarme que probablemente yo sea un cualquiera y ahí llega mi turno, el cincuenta y siete y me paro y me voy para allá en silencio, hospital.-

LAS BOTAS DE ÉL
EL CINCUENTA Y SIETE, dos cuentos breves de Daniel Risso Patron
Cinco Saltos- Rio Negro

LAS BOTAS DE ÉL



- No sé Beto, no me acuerdo como los conocí al Sergio y a la Clara, el caso es que estábamos casi todo el tiempo quemando y escabiando.La Clara estaba buena, me gustó de entrada, medio jipona de barrio, torturadita, como era.El Sergio era un cristianote medio boludo. Curtía, sí, pero por algo místico, decía. Siempre prolijito y, por supuesto, no faltaba al laburo. Una oficina de nosequé.Yo corría como artesano, de esos que usan Poxilina, si, pero artesano, Beto, ar-te sa-no!.El caso es que no sé con que excusa me les instalé en la casa. - Por unos días, dije.Yo ya me había apiolado que estos dos andaban para la mierda, aprovechate gaviota.Te confieso, Beto, del Sergio no solo la mina me gustaba: ¡Tenía una par de botas, hermano!!, dios mio, de esas rojas, tejanas, labradas, con punta de acero!!!, de esas, boludo, ¡¡her-mo-sas!!Un día se armo quilombo entre ellos y el tipo se fue a la mierda. Se llevó lo puesto, nomás.Yo, que la iba de “amigo de los dos” ni me moví de la casa. Pasó un tiempo, imaginate, pase a ser el quía de ella, directamente.El Sergio cuando supo no dijo nada, yo pensé: - este me va a querer matar, pero no, nada che. El tipo miraba, nada más. Yo, claro, me fui agrandando. Las botas ahí, quietitas y el gil no las venía a buscar ni nada. De noche, cuando la mina dormía yo me las probaba, ¡en serio! me miraba al espejo, no sabés Beto!!! parecía Pappo, parecía.Como a los dos meses las empecé a usar, asinomá, de una.Me lo crucé al Sergio un par de veces y no decía nada… bueh!, decir no decía, pero miraba… que gil que soy, ¡como no me di cuenta!...
- - No, a la mina no la ví más, hacé un favor Betito, perdoname te rompa las bolas otra vez, pero alcanzame más Poxilina de aquel estante, ahí no me entra la silla de ruedas, viste?... eso sí, pa cortarme las piernas con las botas puestas me inyectó anestesia, ¿no te dije que era reprolijito, el hijodeputa ese?.-